1.- La persona A sale de un ascensor cuando está entrando la persona X. La persona X no deja salir, entra y ambas chocan. A causa del choque, X llama “imbécil” a A. La persona A solo ve que la han insultado – de todo lo que pasa A solo ve las palabras de X- y le devuelve el insulto a X. A y X acaban pelándose.
La persona B sale de un ascensor cuando está entrando la persona X. La persona X no deja salir, entra y ambas chocan. A causa del choque, X llama “imbécil” a B. Pero la persona B ve toda la realidad que ha sucedido. Ve que X es una persona con una personalidad como mínimo defectuosa. Ve que X es mal educada, iracunda, agresiva e incapaz de percatarse de la vida: incapaz de percatarse que hay que dejar salir antes de entrar, que es ella (X) quien infringe normas de conducta esenciales y encima insulta por ser ella la infractora. Al ver toda la realidad, B ve también y principalmente a X, cómo es X, quién es X. Por encima o antes de las meras palabras proferidas por ella. Entonces valorará estas palabras de modo muy diferente a A; lo más seguro es que no les dé más importancia ni valor que el acabar de descalificar a X como sujeto capaz de ofender.
2. – La realidad de algo es su totalidad, el estado de cosas que produce, incluso también aquel en el que tiene lugar, un conjunto.
La separación de uno de sus elementos produce una parcialidad que es mentira.
El olvido de esto produce graves errores y no pocos sinsabores absurdos.
Por ejemplo: alguien me dice algo que resultaría ofensivo, esto es: alguien me ofende. Yo puedo ver, mirar, dos cosas: sólo lo dicho por este sujeto o la totalidad que en realidad se me da frente a mí. Si miro, o veo, únicamente lo dicho por esta persona no estoy viendo la realidad, sino solo una parte de ella; he troceado la realidad y por tanto la he deformado. He creado como realidad una parte que yo he seleccionado arbitrariamente.
Mi reacción obviamente dependerá de mi carácter, del momento en que esté o de mi estado de ánimo, pero sobre todo de la realidad que vea. Si solo veo las apalabras proferidas, probablemente mi reacción será ira, disgusto, tristeza o frustración. Todo será diferente si veo, miro, la verdadera realidad que se está produciendo. Veré entonces a esta (una) persona que habla y que está diciendo algo en un momento determinado. Miraré a la persona, al momento, y a lo que dice.
Probablemente a lo que deba atender primero es a la persona que trata de ofenderme. Porque en ella empieza la situación que es, en verdad, la realidad que estoy viviendo. Y he de ver si es – de hecho, que es – una persona mal educada, o fuera de control (que no se sabe controlar), o iracunda (dominada por reacciones poco sociales), o lo que sea que denote su actitud. Este es el primer elemento que debo tener en cuenta.
He atendre també a alguna cosa que no és intranscendent. El hecho de decir algo muestra mucho más de nosotros que de la cosa de la que hablamos. El fet de dir-ho, i la manera de fer-ho. Y concretamente, el hecho de insultar muestra más cómo es (o cómo está) quien insulta que cómo es el insultado. Por tanto, aquello que ha dicho para ofenderme me dice sobre todo cómo es quién trata de ofenderme. Así que en lo que pensaré no será solo en las palabras que haya proferido, sino en lo siguiente: hay una persona con la personalidad, como mínimo, muy mal estructurada que está diciendo algo que ella considera ofensivo para mí. Y tendré en cuenta también el momento, la circunstancia que hace que esta persona se conduzca de esta determinada manera.
A nadie se le escapa ya que si veo toda la realidad que de verdad se produce mi reacción será muy diferente que si atiendo solo a las expresiones ofensivas proferidas. Lo más probable es que no me ofenda y vea a alguien con una actuación defectuosa ante mí.
3.- Otro ejemplo. – Se trata de una anécdota antigua que, por lo me chocó, nunca olvidaré. Era 1992 y Barcelona organizaba el acontecimiento más cosmopolita y universalista que existe: unos Juegos Olímpicos. Con esto motivo organizó una serie de actos culturales a los que se invitaba a participar a gente de todo el mundo. Uno de ellos se celebraba en uno de los edificios más universales de Barcelona, la Pedrera, construido por el barcelonés sin duda más universal hoy, el arquitecto Gaudí. Era una mesa de debate formada por un estadounidense, un peruano, un alemán y un catalán. El peruano era Mario Vargas Llosa. Vargas Llosa es un extraordinario novelista que, a mi modo de ver, padece de graves interferencias, que son defectos, en sus razonamientos cuando no habla o escribe ficción. Este día, una vez más, los puso de relieve. Dijo que Barcelona se había vuelto provinciana. Pensé ¿cómo es posible que Mario Vargas no vea lo que hay a su alrededor, no vea la realidad en su conjunto, ni se vea a él mismo dentro de esta realidad, porque todo esto desmiente lo que está diciendo? Él mismo, en este lugar, en este momento, pudiendo decir lo que está diciendo, lo desmiente. Es un peruano que está invitado en Barcelona, lo que evidencia ya de por sí que esta ciudad no mira solo a si misma; está en el acontecimiento más universal que hay y que está organizado por esta misma ciudad; en una mesa internacional y cosmopolita formada mayormente por extranjeros, que ha sido organizada por la misma ciudad, y en un ambiente – esta ciudad- que le permite decir que lo quiera. ¿Se puede estar en un lugar y un momento menos provinciano? En cambio, Vargas Llosa omitió ver la realidad en la que se hallaba en su conjunto y solo miró a sus prejuicios – yo creo que muy influidos por su estrepitosa derrota electoral en Perú-. Sus prejuicios le llevaron nada menos que al contrasentido de considerar que lo provinciano era querer dejar de ser una provincia. (Es obvio que lo lógico es pensar que lo más provinciano que hay es querer serlo, querer ser una provincia). En cambio, él no vio nada de esto. Ni siquiera vio que su propia presencia (peruano en Barcelona), en este lugar (la ciudad en aquellos momentos más universal) y en este sitio (una mesa internacional), diciendo lo que decía, lo que estaba haciendo era desmentirlo.
4.- A esto lleva seleccionar algún elemento de la realidad al que se aísla del resto: a crear así una realidad distinta de la verdaderamente sucedida.
5- Ahora hay quien solo ve, o censura, algún contenedor ardiendo, y no ve, ni censura, la sentencia que lo ha prendido.
6.- La selección arbitraria de la realidad es algo que se produce casi constantemente en el ámbito judicial, y a ello prometo dedicar próximas reflexiones.
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