Hoy, día de los inocentes, he ido al Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Supongo que, al ser Nacional, debe de ser una de estas instalaciones cuyo coste se computa como de toda España, pero los beneficios se imputan a Madrid: precio de las entradas, salarios de los trabajadores, su IRPF, los IVAS generados, etc . Pero no es eso lo que quiero comentar ahora. Es sobre la presentación de la historia de España que uno se encuentra sólo en la entrada. Reproduce la historiografía nacionalista inventada en el siglo XIX (después os hablaré un poco de esto). En el momento adecuado no aparece el «Reino» de Castilla sino la «Corona» de Castilla. Le han cambiado el nombre. Y junto a la Corona de Aragón, que en este caso si está bien aplicado el término, pues comprendía diferentes reinos. No han querido hacer ninguna diferenciación cuando la hubo y mucha. Hay más: en la Corona de Aragón no figuran los (que hoy llamaríamos) estados que la componían, todo es uniforme como lo era el Reino de Castilla. La uniformización en general de España se hace así ya es total. Raymond Carr, el ilustre historiador francés, precisamente hispanista, dijo que la historia es la política aplicada al pasado y este caso lo demuestra de manera grosera. La diferencia entre el Reino de castellano y la Corona, llamada, de Aragón, es importante porque condiciona el devenir español. El Reino de Castilla fue uno y uniforme, los territorios conquistados a los musulmanes eran agregados como territorios indiferenciados y de gobierno centralizado. Por eso fue un Reino. Nada que ver con la Corona de Aragón, que estaba compuesta por eso que ahora llamaríamos estados, los cuales permanecieron siempre independientes (hasta la unión i uniformización total borbónica del 1713/1714). Otro extremo curioso que aparece es, antes, cuando se ‘lega a los Reyes Católicos: son llamados indiferenciadamente como «reyes de las Españas», y no lo fueron. Isabel nunca fue reina de los reinos o estados de la corona de Aragón ni Fernando lo fue de Castilla. Isabel, en su testamento, dejó su reino (Castilla), no a Fernando, sino a su hija Isabel. Siempre he pensado que este es un hecho decisivo que contradice la voluntad unificadora que les arrogante. Todo lo que consiguió Fernando, cuya ambición ciertamente no tenía límites, fue ser regente y con bastante malas artes: hacer pasar por loca a su hija.
Inman Fox es un prestigioso historiador estadounidense especializado en la Historia de España; en 1997 aparece publicado aquí un libro valiosísimo que os recomiendo: «La Invención de España». En el año 2000 Juan Sisinio Pérez Garzón publica «La Gestión de la Memoria. La historia de España en el Servicio de poder «, que resulta también imprescindible. La historia de la Historia es un tema interesantísimo. Pues viene, está indiscutiblemente documentado que es en la segunda mitad del siglo XVIII y en el siglo XIX cuando aparece lo que actualmente es la Historia oficial de España, y por razones bien concretas y nada científicas: la creación del estado Nacional. Empieza con Modesto Lafuente, pero sobre todo con la fundación del Ateneo de Madrid (1.835), el Real Decreto de 1875 que prohíbe la libertad de cátedra, la fundación de la Institución Libre de Enseñanza (1897), la creación del Ministerio de «Educación pública «y organizaciones culturales y de investigación, la Real Academia de Historia y Menéndez Pidal. En 1898 llega a la apoteosis.
Con el claro y confesado propósito de crear un Estado nacional se reinventa la Historia de España de una manera que nadie hasta entonces había osado ni soñar: desde una España eterna e increada, preexistente a todo, hasta la cultura «celtibérica «que no existió nunca. Desde una unidad romana a llamar «reconquista» en luchas de poder y culturales que sucedieron ocho siglos después de la llega de los musulmanes en Iberia, como si «conquista» y «reconquista» fuera el partir de ida y el de vuelta de un mismo torneo, pasando por el de la unificación por los Reyes Católicos.
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